Era la hora acordada, Pinilla había llegado a la casa de Rosita, sin sobresaltos. En unos segundos tocaría el timbre y daría inicio a su primera cita con la mujer que lo enamoraba. Pinilla no había tenido una cita en más de 20 años. La verdad es que sólo tuvo citas con Juana Altagracía, su amada y difunta, hace dos años, esposa. De todas maneras, como es característico de él, no se iba a dejar amedrentar por los contratiempos y la falta de práctica. Había preparado una cita muy especial para ella: cine, comida y un poema muy especial que le había escrito a su nuevo amor, Rosa. Pinilla timbró, la mujer salió muy arreglada y sonriente, y partieron hacia el Centro Comercial.
Los Amantes del Naranjo Perdido, fue la película elegida por el buen portero. Amantes igual Romance igual Besito de Rosita, fue la deducción mental a la que llegó nuestro buen amigo. Cómo le frunciría el ceño la fortuna, cuando ya en la sala y quince minutos después de iniciada, se dio cuenta que de romántica no tenía nada. Había pagado por ver un documental de dos horas y media sobre la lucha de los cultivadores de naranjas en la gélida Eslovaquia. Para aumentar su desgracia, la película era subtitulada y Rosita había olvidado sus gafas. El buen Pinilla le recito cada línea de diálogo, mientras la hermosa secretaria cabeceaba ante las imágenes proyectadas de burros, campesinos y naranjas que se rehusaban a crecer.
Dos horas y media después, la secretaria se había quedado dormida con la mano dentro de las crispetas, nuestro amigo el portero murmuraba los títulos finales ya por inercia, y la película finalizaba para las cuatro o cinco personas que permanecían en la sala. Pinilla despertó a Rosita, quien intentó mostrarse amable e interesada por la película. Al levantarse, él se dio cuenta, horrorizado, que un chicle que estaba en la silla del teatro se había pegado al bolsillo de su pantalón. Intentando que Rosita no lo notara, se excusó con ella y se fue presuroso al baño.
II. ( Escrito en presente, con fines comparativos)
Ahí, Pinilla intenta sacar el chicle remojando el pantalón. Luego intenta lo opuesto, calentarlo con el secador de manos. La goma se rehusa a abandonarlo, el portero se molesta cada vez más. Con toda su fuerza frota su bolsillo intentado quitar el pegote, mientras lo moja y lo calienta. De pronto, una candela que guardaba en su bolsillo se estalla. Su billetera y bolsillo estan en llamas. Asustado, el buen portero toma su billetera y la tira al piso, mientras la pisa para apagarla. "La plata", recuerda. Intenta sacar los billetes para que no se quemen, pero ya es muy tarde. Pinilla finalmente detiene el pequeño incendio, pero la plata para la comida se perdió. El chicle se achicharró por las llamas y se pegó aun más al pantalón. Los detectores de humo se activan y los aspersores responden, rociando todo el baño y en especial a nuestro amigo, Pinilla.
El frustrado portero, pasa y moja el piso que una aseadora del teatro acababa de trapear, se gana unos insultos en el proceso. La aseadora lo sigue, dándole golpes en el trasero con su trapeador, el hombre lucha entre parar los ataques de ella y no caerse por el piso mojado. Finalmente, se cae, da una vuelta y va a parar justo a los pies de Rosa. Ella lo mira como preguntándole que pasó. Se muerde el labio, mientras mira a los curiosos que observaban la escena. No se los voy a negar, en ese momento, nuestra musa secretaria, estaba algo avergonzada, de ver a su cachorrito mojado ahí tirado.
El buen portero recuerda el poema. Como lo había guardado en el bolsillo de su saco, este se salvó de las llamas. Ante la mirada de Rosa que pide explicaciones, el hombre piensa que sus versos de amor serán la solución. Se postra en una rodilla y empieza a recitar a todo pulmón.
" Rosita eres bonita como las flores,
Te gusta la ropa de colores,
Eres la Rosa de mis amores,
Gracias por el café".
Rosita, se pone roja. Los chismosos se burlan del pintoresco portero. Pinilla se siente apenado. Cuando todo parece ir mal, Rosa ayuda a levantar al buen portero. Lo acerca hacia ella, le seca la cara con la manga de su saco y le susurra algo al oído. Después cubre el rostro de ambos con su bolso, para refugiarse de la mirada de los curiosos, y le da un pico a Pinilla.
Y esa es la historia de la primera cita de un portero, amigo mío, Pinilla. Quien soñó una cita perfecta, sólo para ser burlado por el azar, pero que al final consiguió un beso de la mujer más hermosa del mundo. Bien está, lo que bien acaba y este cuento se acabó.