miércoles, 23 de abril de 2008

Cartas

Camilo,


Te cuento que mi juguete se encuentra en pedazos. Diego, Cesar y yo jugábamos a lanzarlo al aire, para ver cómo caía sin dañarse. Ante nuestro asombro de lo fuerte que era mi soldado, llamamos a Pipe para que lo viera. Queríamos impresionarlo, pues el era un niño grande y nos caía bien.

Pipe cogió el soldado entre sus manos, mientras nosotros le contábamos sobre nuestro juego. No terminamos de contarle, cuando él tiro con todas sus fuerzas el muñeco contra el piso rojo. Su cabeza envuelta en un casco rodó por los corredores del edificio. Las piernas terminaron sobre mis zapatos. Sus brazos siguieron ahí, sin moverse, y el cuerpo quedó abierto en dos, mostrando que estaba vacío por dentro.

Mis ojos estaban a punto de llorar, pero no quise hacerlo. Recogí los restos de mi soldado, sin ver que hacían los demás. Lo armé de nuevo, pero su cabeza ya no se sostenía. Bailaba de un lado al otro cuando yo lo tocaba. Por eso te pregunto ¿qué hago? ¿Intento pegarlo y lo guardo? o ¿lo boto porque ya no sirve?


Espero tu consejo


Camilito


Camilito


Es de gran tristeza perder el juguete favorito. Tu primer impulso será, como lo fue alguna vez el mío, pegarlo y pretender que todavía es el mismo; hazlo. Te darás cuenta que ya no es el juguete con el que tanto te has divertido. Después de darte cuenta de esto, tal vez te sientas inclinado a botarlo o a olvidarlo en un rincón; no lo hagas. Lo que nos causó dicha merece un final más digno.

Se me ocurre aconsejarte algo que aprendí de un Camilo muy chico, más chico que yo, y más chico que tú. Él a sus escasos cinco años se despedía de un Batman maltrecho, enterrándolo en un jardín, en compañía de sus amigos. En la celebración de la vida de este juguete, la tierra se convirtió en fuegos artificiales lanzados en puñados por los presentes. La despedida no era tristeza, sino fiesta. Y eso mi pequeño amigo, es lo único que te puedo aconsejar. Amar es saber perder.


Con mucho cariño,


Camilo

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